Fui abandonada, cual miseria mugrienta, por una guindilla dicharachera en las inmediaciones de una de tantas embajadas vascas. Desconozco el motivo de tal vil comportamiento, pues en un principio parecia que existia un buen feeling.
La posterior agonia que sufri tras el olvido de la infame, me hizo recurrir a una terapia agresiva, y nada barata, encabezada por una loncha de jamon iberico 4 jotas, 2 olivas negras y 3 palillos melancolicos y depresivos adictos al Prozac.
Los efectos secundarios no se hicieron esperar, y enseguida, recalaron en mi, unas ansias irrefrenables de acudir al "Salvame de Luxe" y explicar mi peripecia a J.J. Vazquez, mienstras me cercioraba de que los hermanos Matamoros son calvos, pero la absurda imagen de colaborar con la princesa del pueblo me hizo reflexionar y decidi, huir del suicidio televisado.
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